Disparador conceptual elaborado por la Dra. ANA TABLAR en el desarrollo del 3º encuentro CEGUIIR
UNIVERSIDAD E INCLUSIÓN
El concepto de inclusión social ha variado a lo largo de la historia y no puede ser descontextualizado de la sociedad a la que hace referencia. En un sentido amplio entendemos la inclusión social como la inserción física y simbólica de los sujetos en la estructura social, lo que permitiría su “ser parte” de un colectivo o conjunto social, el cual brinda identidad, auto-estima y sentido de pertenencia.
La inclusión social ofrece a los sujetos la posibilidad de vivir una “vida en plenitud”, es decir, de satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia y protección física, y de otras vinculadas a la participación, el entendimiento, el ocio, la identidad, la libertad, la creación y la trascendencia; con satisfactores acordes al desarrollo económico y social del territorio en el que habitan. Esta situación se halla unida indisolublemente a la posibilidad de un ejercicio efectivo de los derechos ciudadanos, entendidos como la pertenencia a una comunidad compartida de valores.
Los derechos sociales tienen como objetivo asegurar un mínimo de bienestar a todos los ciudadanos, disminuyendo las desigualdades entre los sujetos. En este marco, la Universidad tiene una responsabilidad fundamental en la inclusión social, siendo el acceso a una educación superior pública de calidad, un derecho ciudadano básico.
El tema de la inclusión social desde la Universidad tiene —al menos— dos dimensiones que hay que tener en cuenta: por un lado, la Universidad vista hacia dentro y en su capacidad de ser inclusiva; y por otra parte, la Universidad desde su misión social, hacia fuera, trabajando por una sociedad más inclusiva.
Indudablemente ambas dimensiones están vinculadas, o deberían estarlo, dado que la consistencia de una acción pública debe ir acompañada del intento de ir haciendo realidad eso mismo hacia dentro de la Institución.
Y se habla deliberadamente de intentar, porque las concreciones, lo sabemos, muchas veces llevan tiempo, esfuerzo y recursos que se van logrando con el tiempo. El intento prolongado en el tiempo y en las decisiones va acortando la brecha entre lo que se desea y la realidad. En el fondo, como decía T. S. Eliot: “Sólo nos es dado intentar, lo demás no nos incumbe”.
Acciones hacia dentro
En ese intento, hay que trabajar para construir una Universidad cada vez más inclusiva: queremos que cada vez más jóvenes y adultos que no podían acceder a la educación superior puedan hacerlo.
En este sentido las políticas públicas deben estar orientadas a garantizar el acceso y permanencia. La gratuidad de la Universidad es un fundamental principio de inclusión y esta estratégica decisión fue tomada por el presidente Perón el 22 de noviembre de 1949 a través del Decreto 29.337, que suprimió todos los aranceles universitarios.
Aún asi, no queda garantizado el acceso ni de los trabajadores ni de los hijos de los trabajadores sino se complementa con otras medidas como un eficiente sistema de becas, bandas horaria y/o educación virtual, que permita el estudio de los trabajadores, como así también facilitar guarderías para los hijos de los estudiantes. Esta última medida también está ligada a la equidad de género que merece un párrafo aparte.
Otro aspecto esencial de inclusión, es el acceso de personas con capacidades diferentes a partir de la difusión del concepto de diversidad. Entendemos que la discapacidad recae, principalmente, en las barreras que se generan en el entorno. En general, cuando se habla de “barreras”, la sociedad suele remitirse a las trabas arquitectónicas, y deja de lado las barreras comunicacionales y actitudinales. Se debe debatir este último tipo de factor porque está basado en prejuicios, en la falta de información o en la falta de conocimiento o interacción con personas que tienen algún tipo de discapacidad, que es lo que va a generar la barrera o la dificultad en la interacción con las personas. En este punto se debe seguir avanzando en medidas que tenga un impacto real, que van desde construir una rampa de acceso hasta implementar políticas de estímulo para la investigación de herramientas pedagógicas que permitan atender los casos que tengan requerimientos específicos.
En cuanto al acceso de la mujer en la Universidad, si bien es mayor número de alumnas que de alumnos, un dato a tener en cuenta es que el número de niñas que acceden a la escuela primaria es bastante menor en términos absolutos que el de los varones. Si bien esta tendencia se revierte en la nivel secundario y universitario, muchas mujeres quedan excluidas de las Universidad porque no acceden a la educación básica! Muchos resaltaran que la misma conclusión se puede aplicar en los varones pero la proporción es mucho menor. Aunque cueste creerlo aún queda algún resabio de que la mujer no necesita acceder a la educación.
Acciones hacia fuera
La Universidad trabaja —por misión y convicción— por una sociedad más inclusiva.
Los Programas de Responsabilidad Social Universitaria (RSU) intentan vincular docencia y compromiso social y, también, generar una conciencia social inclusiva e incluyente en nuestros alumnos, futuros profesionales.
Además, se debe busca formar profesionales con una perspectiva crítica y constructiva. Un trabajo fundamental en este sentido es ayudar a que nos preguntemos por los problemas que aquejan a los excluidos y generar conocimiento para resolverlos. La orientación de nuestras áreas problema en investigación deben contribuir en este sentido.
La Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (SECyT) ha elaborado el Plan
Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación “Bicentenario” (2006-2010). En el marco
de este proceso ha creado un nuevo Programa, denominado Programa Transversal Integrador del
Sistema Nacional de Innovación (PROTIS).
El mismo tiene por objetivo integrar el Sistema Nacional de Innovación a través de proyectos
estratégicos desarrollados en forma cooperativa por redes de instituciones públicas y privadas en
áreas denominadas Áreas-Problema-Oportunidad. Estas son áreas que se consideran
estratégicas para el desarrollo económico y la equidad social y en las que la ciencia y la
tecnología pueden aportar soluciones a problemas y/o explotar oportunidades relevantes para el
país a través del desarrollo de tecnologías, fundamentalmente las llamadas emergentes.
En un primer momento se han seleccionado nueve Áreas-Problema-Oportunidad:
1. Marginalidad, Discriminación y Derechos Humanos.
2. Competitividad de la Industria y Modernización de sus Métodos de Producción.
3. Competitividad y Diversificación Sustentable de la Producción Agropecuaria.
4. Conocimiento, Explotación y Uso Sustentable de los Recursos Naturales Renovables y
Protección del Medio Ambiente.
5. Infraestructura y Servicios de Transporte.
6. Infraestructura Energética. Uso Racional de la Energía.
7. Prevención y Atención de la Salud.
8. Políticas y Gestión del Estado.
9. Política y Gestión Educativa.
Cada una de estas Áreas-Problema-Oportunidad está desagregada en un número de Líneas
Prioritarias de Investigación, Desarrollo e Investigación, las que han sido identificadas a través del
desarrollo de un trabajo conjunto con las instituciones gubernamentales de incumbencia en cada
una de ellas, asegurando así que los objetivos considerados estratégicos y prioritarios en materia
de investigación respondan claramente a las políticas públicas del Estado Nacional.
Estos planos en los que se ha decidido construir conocimiento tienen una clara mirada social y apuntan a aportar saberes para una sociedad más inclusiva.
Estos son algunos puntos que revelan no sólo una política universitaria, sino una profunda convicción: una sociedad más inclusiva no se realizará exclusivamente desde las universidades, pero ciertamente no se realizará sin el aporte de las mismas. Desde nuestra Institución, nosotros creemos que el conocimiento que aquí producimos y transmitimos tiene una finalidad ética: hay que dar una respuesta por ese conocimiento ante quienes están excluidos del acceso a muchos bienes básicos —incluso de la educación formal—, para que puedan acceder a mejores condiciones de vida y, a través de la palabra de la Universidad, puedan hacer oír más fuerte su voz y sus razones.
En este proceso de intentar trabajar por la inclusión social, también vamos andando un camino de inclusión de la Universidad —y de nosotros como universitarios— en una sociedad que nos ha tenido mucho tiempo autoexcluidos. Vamos buscando saldar así una deuda de justicia.
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